lunes, 13 de octubre de 2008

Aguas reconfortantes en el bosque interminable

Aguas reconfortantes en el bosque interminable de azufre y vapor
.....................Tras un rato de marcha, el camino se aplana y aparece playa Yuco, quizá la más pintoresca de las playas que rodean el Lácar y la favorita de los habitantes de la región. Y al bajar unos metros hacia el lago, uno descubre el porqué: no es sólo por su arena, distinta de las que abundan en las otras playas, o por sus trampolines naturales formados por las salientes rocosas de la montaña, sino por la increíble panorámica de casi toda la región que se tiene cuando se está allí abajo.
Unos 20 kilómetros más adelante el Lácar se angosta hasta convertirse en apenas un paso, después el espejo de agua cambia de nombre: es el lago Nonthué. Siguiendo el curso de las aguas verde azuladas (son las únicas de la región que desembocan en el Pacífico) aparecen arroyos y riachos que es necesario vadear y cruzar con precaución y que sirven de antesala a la fabulosa cascada del río Chachín, casi sobre la margen occidental del lago.
"Ahora sí empieza el trekking", anuncia el guía mientras nos calzamos las mochilas. El sendero se bifurca ahora hacia el Sur y el paisaje se pierde en medio del bosque que cada vez parece más cerrado.
Tras casi una hora y media de caminata, en la que se van cruzando iguanas y otros pequeños animales, aparece la desembocadura de un arroyo de montaña cubierto de piedras. Un poco más adelante, como escondido en medio de la montaña, un delicado olor a azufre comienza a inundar el ambiente, mientras un fino vapor se cuela entre el verde: finalmente, estábamos en las termas del Queñi.
A la manera de un extraño manantial, estas aguas termales brotan con fuerza desde casi 100 metros de altura con una temperatura que llega a los 70 grados. Al ir bajando por la ladera pierden parte de su calor y se van acumulando en una serie de pozos naturales formados por la erosión en distintos niveles para, finalmente, desembocar en el lago Queñi. Alrededor, la vegetación escasea y el barro saturado de minerales hace que haya que andar con cuidado entre las rocas que permiten el paso entre un lado y otro.
El esfuerzo de la caminata y el sol del mediodía invitan a un baño reparador. "Está a 34 grados", dice Marcos mientras muestra el termómetro de su reloj. Y a la manera de un experto, recomienda: "Lo mejor es comenzar a aclimatar el cuerpo en los pozones inferiores, y luego ir subiendo hasta la cascada".
Sumergidos en el agua y con el masaje que provoca la suave caída de la catarata sobre la espalda, el tiempo pasa lento y el cuerpo se repone rápidamente.
Un poco después, es hora de empezar el regreso. Mientras comenzamos a desandar el camino, vamos descubriendo lugares y paisajes que pasaron inadvertidos en la primera etapa del recorrido, pero que ahora sorprenden por su belleza. La vuelta demanda otra hora y media y al llegar nuevamente al camping del lago Nonthué nos espera un nuevo descanso y unas bebidas heladas. Nuevamente el paisaje conmueve y ante el comentario, Marcos expresa: "Las montañas son siempre las mismas; las miradas las hacen distintas". Es hora de volver a la ciudad.


Por Diego Cúneo Enviado especial


Fuente diario La Nacion




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